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miércoles, 1 de junio de 2011

Vida de una cerda preñada (del libro Comer Animales)

Su increíble fertilidad es el origen del infierno particular que le espera.

Mientras una vaca da a luz un solo ternero por parto, la cerda criada en una moderna granja industrial parirá, alimentará y criará a una media de nueve lechones: un número que los criadores han hecho crecer año tras año. Se la tiene preñada tantas veces como sea posible, es decir, la mayor parte de su vida.


Después del destete de los lechones, una inyección de hormonas provoca que la cerda entre rápidamente de nuevo en el ciclo, para que pueda inseminársela de nuevo al cabo de sólo tres semanas.


Cuatro de cada cinco veces, la cerda pasará las dieciséis semanas de embarazo confinada en un cajón de gestación tan pequeño que no puede ni darse la vuelta. La densidad de sus huesos se reducirá debido a la falta de movimiento. No se le ofrece lecho alguno y a menudo terminará con llagas de buen tamaño, ennegrecidas y llenas de pus, del roce contra las paredes del cajón. (En una investigación encubierta en Nebraska, se grabaron imágenes de cerdos con llagas abiertas, algunas grandes como puños, en caras, cabezas, lomos y patas).
Más serio y preocupante es el sufrimiento que causa el aburrimiento, la soledad y la frustración que causa el instinto que tienen las cerdas de preparar la llegada de sus lechones. En un ámbito natural, dedicaría la mayor parte del tiempo anterior al parto a aprovisionarse de alimento y en los últimos momentos a construir una cama hecha de hierbas, hojas o paja.
Los cerdos tienen tendencia natural a usar áreas separadas para dormir y defecar, algo que resulta imposible si están confinados. Las cerdas preñadas, deben dormir o pisotear sus excrementos para hacer que estos se cuelen entre los tablones del suelo.

Y luego están los bebés: la justificación para el sufrimiento de las madres.


Muchos lechones nacen con deformidades. En sus primeras semanas de vida, incluso los lechones sin defectos soportan un aluvión de agresiones. En las primeras cuarenta y ocho horas se les amputan el rabo y los dientecillos sin el menor analgésico.
A los diez días pueden sufrir la amputación de testículos, de nuevo sin analgésico alguno, para alterar el sabor de la carne.
Si se les deja a su aire, los lechones se destetan a las quince semanas, pero en las granjas industriales el destete se produce a los QUINCE DÍAS, y cada vez más a los doce. A esa edad son incapaces de digerir comida sólida, por lo que se les suministran medicinas adicionales para prevenir diarreas. Los cerdos destetados pasan entonces a vivir en jaulas de gruesos barrotes, amontonadas una encima de otra, de manera que las heces y la orina caen desde las jaulas más altas sobre los animales de debajo. Los criadores mantienen a los lechones en esta jaula tanto tiempo como sea posibe antes de su destino final: los corrales abarrotados. Estos superpoblados deliberadamente porque hacinarlos sale a cuenta. Sin demasiado espacio para moverse, los animales consumen menos calorías y engordan más con menos comida.


Los lechones que no crecen con suficiente rapidez suponen un malbaratamiento de recursos y no tienen lugar en la granja. SE LES AGARRA POR LAS PATAS POSTERIORES Y SE LES ESTAMPA DE CABEZA CONTRA EL SUELO DE HORMIGÓN. ESTA PRÁCTICA COMÚN RECIBE EL NOMBRE DE “ESTRELLADO”. “HEMOS LLEGADO A ESTRELLAR 120 EN UN DÍA” comenta un trabajador de una granja de Missouri.
“CUANDO HAS ESTRELLADO A DIEZ O DOCE LOS LLEVAS A LA RAMPA Y LOS AMONTONAS PARA QUE LOS RECOJA EL CAMIÓN. SI CUANDO ENTRAS QUEDA ALGUNO VIVO TIENES QUE VOLVER A ESTRELLARLO. HA AHABIDO VECDES EN QUE HE ENTRADO EN ESA SALA Y ME HE ENCONTRADO A ALGUNOS CORRIENDO, CON UN OJO COLGÁNDOLES DE LA CARA, SANGRANDO COMO POSESOS O CON LAS MANDÍBULAS ROTAS”.

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