NI UN TORERO VIVO

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miércoles, 3 de febrero de 2010

Perra vida

Ya estamos aquí. De nuevo con un artículo de nuestra colaboradora involuntaria habitual, Lucía Etxebarria, anarroseando del adn.es del uno de febrero:


Perra vida

Transmito aquí el estupor de mi perro Jordi, adoptado recientemente en el Refugio de Animales de Mataró, que tiene serios problemas para entender la sociedad humana en la que acaba de integrarse.

Jordi no entiende, por ejemplo, que en los bares no puedan entrar perros pero sí puedan entrar fumadores que atufan a todo el mundo (al contrario que en el resto de Europa), y no capta por qué la mayoría de no fumadores tiene que acatar los deseos de una minoría. Entiende perfectamente que su dueña -yo- tenga que recoger sus cacas del suelo, pero no comprende por qué los fumadores pueden tranquilamente tirar sus colillas a la acera. No entiende por qué él no puede ir a la playa pero los fumadores sí y puedan allí también arrojar sus colillas a la arena cuando un filtro de cigarrillo absorbe el alquitrán, el cadmio, el plomo y el arsénico del tabaco, y al entrar en contacto con el agua asesina a la fauna marina, amén de que el acetato de celulosa (fibra de plástico) del cigarrillo no es biodegradable.

Mi perro no entiende que para viajar en tren deba pagar medio billete y no tenga derecho a asiento cuando mi hija pudo viajar gratis hasta los dos años en el regazo de mamá. Ni comprende por qué se estigmatiza a los animalistas al descubrirse que un etarra lo era cuando no se ha estigmatizado a partidos tras probarse que un alcalde era pederasta, un diputado corrupto o un senador maltratador.

En fin, mi perro se despide diciéndoles que cuanto más conoce a los hombres más quiere a su dueña, que es muy perra.

lunes, 16 de noviembre de 2009

Otro acertado artículo de Lucía Etxebarria

Tomado del ADN del 9/11/09

Cuestión de cuernos

A cuenta de la iniciativa legislativa popular que ha presentado la plataforma Prou al Parlamento catalán para abolir las corridas de toros en Cataluña, hubo un debate en el programa 59 segundos. Algún memo de cuyo nombre no quiero acordarme dijo la memez supina de que "esta era otra catalanada en su intento por desmarcarse de la identidad nacional española" o algo así.

Memo: las corridas de toros no representan la identidad nacional española porque el 97 % de los españoles, que se dice pronto, no han ido nunca, nunca a una corrida. De toros. El 97 % de los españoles mayores de 18 años asegura haber presenciado, sin embargo, otro tipo de corridas.

Me pregunto por qué entonces el Gobierno español subvenciona con 564 MILLONES DE EUROS una actividad que sólo va a disfrutar el 3 % de la población (si quieren ver el desglose de los 564millones, en mi página de Facebook) y por qué cada español debe pagar (en su mayoría sin su consentimiento) 47 euros al año para subvencionar las diversiones de unos cuantos. Mientras tanto, en esta nuestra comunidad en la que la Esperanza es lo último que se pierde, el 73 % de los niños no han podido optar a plaza pública en guarderías.

¿Saben cuántas plazas de guarderías se podrían crear con 564 millones de euros? Para muestra un botón: en toda la Comunidad Valenciana este año solo se han destinado 2,3 millones de euros a la creación de guarderías. Los toros, por lo visto, importan más que los niños.

martes, 3 de junio de 2008

Uno de los nuestros: Lucía Etxebarria




Yo tenía diecinueve años y era una chica muy mona y muy bien plantada, con esas tetas que desafían la ley de la gravedad y que sólo se pueden lucir a cierta edad.

En la universidad conocí a un señor mayor que intentaba sacarse la carrera de periodismo porque así se lo exigían en el periódico para el que trabajaba, en el que ejercía, entre otras cosas, de crítico taurino. Al señor se le metió entre ceja y ceja que me tenía que llevar a los toros, y yo, más por su insistencia que por convencimiento, acepté. Me presenté a la cita con un traje de lunares muy ceñido, el pelo recogido en un moño y los labios pintados de rojo locomotora. El señor me llevó al tendido, lleno de críticos como él, tipos engominados que me dedicaron todo tipo de piropos subiditos de tono.

El señor hinchaba el gaznate, orgulloso de la real hembra que exhibía, zahína y bien plantada como un Mihura. Comenzó la fiesta. A los veinte minutos me pues a llorar y me fui de allí. Las palabras del crítico se me quedaron grabadas a fuego candente, como al toro la marca del ganadero en la piel: "Me has puesto en ridículo".

Las corridas de toros vulneran varios artículos de la Declaración de Derechos del Animal, ratificada por la UNESCO y por la ONU, que afirma: "Ningún animal será sometido a actos de crueldad para diversión del ser humano". El toro es un animal pacífico, herbívoro, que no lucha por placer sino impulsado por el dolor. Ya antes de salir del toril se le somete a mortificaciones en cuernos, piernas y testículos.A continuación, en el ruedo, los picadores le atacan con la pica. El inocente animal, chorreando sangre y reventado por dentro , debe someterse todavía al suplicio de que le banderilleen. La espada del matador acaba de inundar de sangre los pulmones. Según el reglamento taurino, "el toro será sometido al castigo apropiado".

El matador da instrucciones al picador para que "castigue" al toro, es decir, para que le rompa los músculos del cuello y de la espalda.

El picador busca el sitio de un anterior puyazo y sigue barrenando, moviendo circularmente la pica, que se introduce unos 40 cm. En el cuerpo del animal y le destroza los músculos. Y de ahí el espectacular chorro de sangre que me hizo abandonar, llorando el ruedo.

Me gustaría suplicarles que no vayan a los toros. Pero no serviría de nada. Porque, por ejemplo, si el público dejara de comprar mis libros, se acababa la Etxebarria, pero si los toros son deficitarios, no pasa nada, porque la llamada fiesta nacional está subvencionada.

Basta que entren ustedes en Google y tecleen "subvención + toros" para que se enteren de los miles de millones que nos cuesta a todos esta tortura institucional, prohibida en el resto de Europa.

O sea, que yo, que pago mis impuestos religiosamente, no tengo derecho a que mi hija vaya a la guardería pública y tampoco tengo derecho a decidir que no quiero que ni un solo céntimo de mi dinero vaya a apoyar esta salvajada. Para no ponerme a llorar, me quedo con una frase de David Delfín que me recuerda que no todo el género humano es subnormal: "No voy a los toros porque me gustan los toros".
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