NI UN TORERO VIVO

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jueves, 4 de marzo de 2010

La bondad de los toros

Antes de que se me olvide: ¿Qué tendrá que ver denunciar la injusticia y querer prohibir las corridas en Cataluña con los planteamientos nacionalistas? SOY ESPAÑOL Y ANTITAURINO, Y NO ME IMPORTARÍA SER CATALÁN.
Dicho lo cual, a lo que iba. Anarroseo un artículo que he visto en la web del PACMA:
Por Mercedes Cano

Yo he visto a menudo toros en las dehesas, porque he estado 8 años estudiando la sociedad de La Alberca, en Salamanca, e iba y venía tres veces a la semana, para dar mis clases aquí y vivir allí. Hay montones de dehesas por el camino. Un a noche de invierno, había un toro sentado en medio de la carretera. Se había resbalado desde una finca que había en la linde, y había pasado por debajo de la valla. Intenté levantarle para que no le atropellaran, pero ni se movía. Ni me hizo absolutamente nada, a pesar de que le empujaba con todas mis fuerzas.
Cuando mi hija tenía cuatro años (o tres, no me acuerdo) fuimos con mis padres y mi sobrino, siete meses mayor, a visitar a un cliente de mi padre (era abogado) Allí había un cercado con toros y vacas, y una vaca brava acababa de parir. En un descuido, mi hija pasó por la valla y se dirigió resuelta hacia la vaca. Al hombre aquel casi le da un soponcio. NO quería que yo fuera a por ella, porque decía que a una niña a lo mejor no le hacían nada, pero que a un adulto sí. Pero los toros habían cerrado círculo en torno a la vaca con su cría y a mi hija,. Y yo temía que le aplastaran sin querer. Así, que pasé por la valla, con mi sobrino encaramado a ella llamando a gritos a mi hija. Entré en el círculo de toros, que me daban los cuartos traseros, apartándoles con la mano. A la altura de mis ojos pasaba el arranque de sus cuernos. Tenía que abrirme paso a ambos lados. Allí, en el centro, estaba mi hija, hablando con el becerro y la vaca. Todos la miraban y la escuchaban. Me imagino que estaban alucinados.

Le cogí de la mano, y me dirigí lentamente con ella hacia la valla. Los toros abrieron el círculo para dejarnos pasar, y nos siguieron. La procesión era la siguiente: La primera yo, llevando de la mano a mi hija. A continuación ella, vuelta hacia los toros y sin dejar de hablar; nos seguían, por este orden, el becerro, la vaca y los toros.

Al llegar a la valla, la pasé entre los palos y luego lo hice yo. Ella estaba tan tranquila, los toros también, pero mi sobrino y el ganadero casi se desmayan.

Así que nadie me puede decir que los toros son agresivos por naturaleza. Una vaca recién parida y toda su manada no hicieron nada a una niña charlatana y a su madre. Yo creo que, simplemente, les pareció que eran dos crías jugando y dos madres velando por ellas. Los toros no fueron especistas. Desde entonces, cada vez que veía un toro vigilaba a mi hija, que iba corriendo a abrazarle. Cuanto más grande y más negro, más le atraía.
Por supuesto, mi discurso sobre la bondad de los toros para que el ganadero (no era el cliente de mi padre) les dejase en paz, cayó en saco roto.

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