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martes, 31 de mayo de 2011

Vida y muerte de una ave (de Comer animales)

“Una jaula típica para gallinas ponedoras tiene unos 435 cm. cuadrados de suelo: una distancia que está entre el tamaño de un folio y una página impresa. Esas jaulas se apilan en columnas de entre tres y nueve unidades (en Japón, hasta los dieciocho), en cobertizos sin luz. El suelo de rejilla está hecho de alambre que provoca cortes en las patas. No pueden moverse. Algunas se volverán violentas, otras enloquecen. Otras, privadas de comida y esperanza, optarán por el canibalismo. Las puertas se abrirán una sola vez al final de su vida.”

Se trata de buscar un pollo que engorde rápidamente con la menor cantidad de comida posible. Los tejidos musculares y grasos de los pollos manipulados genéticamente crecen mucho más deprisa que sus huesos, lo que conlleva deformidades y enfermedades. Las granjas industriales provocan ascitis, que es un exceso de fluidos que llena la cavidad corporal y mata al 5% de las aves. Tres de cada cuatro presentarán algún tipo de problema de movilidad, y el más puro sentido común nos indica que sufren un dolor crónico.


Luego dejaremos las luces encendidas 24 horas al día durante la primera semana de vida de las crías. Esto las anima a comer más. Luego apagaremos las luces, dándoles una media de cuatro horas de oscuridad al día: lo que les permite dormir lo mínimo par su supervivencia. Si tuvieran que vivir en esas condiciones antinaturales durante mucho tiempo, enloquecerían.


No hace falta decir que hacinar aves deformes, drogadas y sometidas a un alto nivel de estrés en una sala asquerosa y llena de heces no resulta muy saludable. Aparte de las deformidades, los pollos de las granjas industriales sufren problemas de visión, infecciones bacterianas en los huesos, vértebras rotas, parálisis, hemorragias internas, anemia, tendones rotos, las patas y cuellos torcidos, enfermedades respiratorias y sistemas inmunitarios debilitados. Los estudios científicos indican que prácticamente todos los pollos (95%) presentan una infección de E. coli (un indicador de contaminación fecal), y que entre el 39 y el 75% de los que llegan a las tiendas siguen infectados. Alrededor de un 8% presentan salmonelosis. De un 70 a un 90% presentan infecciones de otro patógeno potencialmente letal: la campylobacteria.
Está claro que los consumidores pueden notar que los pollos no saben del todo bien- ¿cómo va a saber bien un animal atiborrado de drogas, plagado de enfermedades y sucio de mierda?-,pero a los pollos se les inyecta con caldos y soluciones salinas para darles lo que se ha dado en denominar el olor, aspecto y sabor del pollo.
Realizada la crianza, llega el momento del procesamiento.
Los pollos son trasladados con rudeza y los trabajadores notan que los huesos de las aves se les parten en las manos.


Luego hay que cargar las cajas en camiones. Hacer caso omiso de las condiciones de temperatura y no dar de comer ni de beber a las aves, ni siquiera si la planta se halla a cientos de kilómetros de distancia. A la llegada, otros obreros colgarán a los pollos boca abajo, sujetos por las patas con argollas metálicas sobre una cinta transportadora. Más huesos rotos.


La cinta arrastra a las aves a través de un baño de agua electrificada que suele paralizarlas pero no las insensibiliza. En otros países, incluidos muchos europeos, se requiere que los pollos lleguen inconscientes o muertos al desangrado y escaldado. En EEUU la interpretación de la ley deja fuera de ésta la matanza de pollos, el voltaje se mantiene bajo: una décima parte del nivel necesario para dejar a las aves inconscientes. Tras pasar por el baño, los ojos de un ave paralizada aún podrían moverse. A veces las aves conservan suficiente control sobre su cuerpo como para abrir el pico, como si intentaran gritar.


El siguiente paso para esa ave INMÓVIL PERO CONSCIENTE será un degollador automático. El ave se desangra lentamente, a menos que se seccionen las arterias importantes, algo que sucede constantemente, según los trabajadores con los que hablé. De manera que necesitaréis unos trabajadores más de refuerzo para que degüellen a las aves que la máquina ha dejado con vida. A menos que ellos tampoco cumplan con su cometido, algo que, según me dijeron, también pasa constantemente.


He hablado con muchos trabajadores de las diversas secciones de la cadena y todos coinciden en que hay aves que llegan vivas y conscientes al tanque de escaldado.
Dado que las heces de la piel y plumas terminan en el tanque, las aves salen llenas de patógenos que han inhalado o absorbido a través de la piel (el agua caliente de los tanques ayuda a que se le abran los poros).
Después de que se les arranque la cabeza y las extremidades, las máquinas las abren con una incisión vertical para extraerles las tripas. En este punto se produce también contaminación, ya que esa maquinaria de alta velocidad a menudo desgarra los intestinos, derramando las heces en las cavidades del ave.
Todas las semanas millones de pollos rezumando pus amarillo, manchados por heces verdes, contaminados por bacterias dañinas o afectados or infecciones pulmonares o cardiacas, tumores cancerígenos o problemas de la piel, pasan el control para ser vendidos a los consumidores.


Los pollos van a parar luego a un enorme tanque de agua refrigerado, donde se enfría a miles de aves. El agua de esos tanques recibe el nombre de “sopa fecal” por toda la suciedad y bacterias que flotan en ella. Si se sumerge a aves limpias y sanas en esa misma agua, junto con las aves sucias, la contaminación de las primeras está prácticamente asegurada.


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